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¿Es tu hogar un paraíso o un infierno?

Ser madres y esposas va unido a saber hacer las labores del hogar como limpiar, cocinar, cuidar de las hijas e hijos y por supuesto consentir o satisfacer al marido. Pareciera que estos roles y estas labores vinieran en un chip que incrustan en nuestros genes al nacer.


Vía: La Silla Vacía - Red de mujeres.



Por años a las mujeres nos han preparado para ser esposas, madres y cuidar del hogar. Este ha sido uno de los sueños de niñas y mujeres en todos los países del mundo. Alcanzar este sueño para muchas mujeres es la satisfacción más grande cuando lo alcanzan, pero para otras, puede a veces convertirse en una pesadilla o una obsesión, alcanzarlo puede ser sinónimo de abandonar sus propios sueños y vivir la vida de alguien más, la de su familia o la de sus hijas e hijos.

Ser madres y esposas va unido a saber hacer las labores del hogar como limpiar, cocinar, cuidar de las hijas e hijos y por supuesto consentir o satisfacer al marido. Pareciera que estos roles y estas labores vinieran en un chip que incrustan en nuestros genes al momento de nacer y mientras pasa el tiempo si las mujeres no los cumplimos viene la frustración, la culpa, las miles de preguntas y por supuesto los miedos de no ser una buena madre, o esposas, de no ser madre ni esposa y no tener un hogar que cuidar, en conclusión miedo por no cumplir los patrones que a las mujeres se nos han impuesto.   

Existen además frases cotidianas como: “Si sabe cocinar ya se puede casar”, “se te está despertando el sentimiento materno”, “te está dejando el tren”, “cuidado le barren los pies que se queda solterona”; entre muchas otras que hacen parte de nuestra cultura y que refuerzan una concepción única y estática del “hogar”, monolítica incluso, que es además especialmente diseñado para las mujeres.

El cine, la televisión, las campañas publicitarias y hasta los libros, por años recrearon y promovieron este tipo de “hogar” como un espacio de libertad en donde las mujeres éramos sus dueñas. Fue creado como un espacio privado, un lugar conquistado por las mujeres y en donde los hombres “más sensibles y amorosos” se ufanan por expresar: en la casa manda mi mujer. Ese espacio se suponía que era seguro, de confianza y protección, pero hoy en tiempos de crisis y pandemia mundial; en donde el confinamiento es obligatorio y la frase más escuchada es “Quédate en casa”; para muchas mujeres, ese hogar o casa feliz, ese palacio que nuestra misión es mantener y construir, se ha evidenciado como uno lleno de miedos, sufrimientos y violencias.

Según ONU Mujeres, hay una probabilidad de aumento de violencia del 28 por ciento cuando la pareja está en casa y según cifras de la Secretaría Distrital de la Mujer, desde el 20 de marzo, momento en que comenzó el confinamiento preventivo han aumentado en un 230 por ciento las llamadas a la línea Púrpura de Bogotá, línea especializada en atención a mujeres víctimas de violencias.

Ese espacio seguro y que creíamos estaba conquistado por las mujeres se convirtió en un laberinto sin salida, literalmente, demostrándole al mundo entero que la desigualdad de género sigue siendo una problemática con inmensos desafíos para los gobiernos y para toda la sociedad. Pero más aún, demostrándonos que esos espacios seguros tal vez para muchas mujeres nunca han sido seguros, que esos espacios, como tradicionalmente los conocemos, fueron inventados para mantener el control y la opresión de las mujeres bajo estereotipos y prácticas culturales poco cuestionadas de manera drástica y contundente por los sistemas de poder y los cuales, en época de confinamiento y reflexiones tenemos la oportunidad de poder configurar de manera equitativa y respetuosa.

Es lamentable y alarmante, que en un espacio como el hogar, algunas mujeres y niñas sigan siendo víctimas de violencias físicas, psicológicas y emocionales como las que se están viviendo actualmente, siendo este espacio el que debería de ser más seguro para cualquier ser humano. Con este panorama, valdría la pena preguntarnos: ¿Bajo que patrones estamos construyendo nuestras relaciones de pareja?, ¿Bajo que patrones estamos formando la familia, siendo ésta considerada la base de la sociedad?, ¿Por qué como sociedad seguimos permitiendo que existan estas violencias?

La violencia hacia las mujeres podría considerarse como la peor y más larga pandemia que la humanidad ha viviendo y seguirá viviendo si no tomamos acciones de manera colectiva frente a esta situación. Aunque son muchos los avances en equidad de género y nuevas masculinidades evidentes en los últimos años, sigue siendo necesario que en esta época de confinamiento y de incertidumbre nos pongamos en los zapatos de mujeres que se encuentran en situaciones en donde los factores externos afectan y encrudecen la violencia que han padecido anteriormente porque son mujeres más vulnerables debido a su situación de pobreza, desescolarización entre otros.

El covid-19 lastimosamente ha traído algunos escenarios en donde las mujeres resultamos ser más vulnerables y en donde la violencia hacia las mujeres se incrementa aún más. Tomando como referentes reportes que el Banco Interamericano de Desarrollo a través de su departamento de género e inclusión han realizado, por un lado, el confinamiento genera que muchas mujeres pierdan el soporte familiar y social que podían tener, imposibilita pedir auxilio o escapar de su agresor y existe un aumento de control hacia la mujer por parte de este. Se aumenta la dificultad de acceder a servicios de protección y aumenta la carga de cuidados domésticos.

Por otro lado; están también los estresores, pues esta situación en las mujeres aumenta el estrés, la ansiedad e irascibilidad, aumenta la inseguridad económica, aumenta la violencia económica contra emprendedoras o mujeres con negocios propios y existe miedo por la inseguridad alimentaria.

Así mismo, las mujeres nos encontramos con mayor sobrexposición siendo en su mayoría mujeres las enfermeras, trabajadoras sociales y psicólogas, personal de alta demanda en esta época, quienes en sus hogares y otros establecimientos son acusadas de ser fuente de contagio o acusadas de incumplir los roles de cuidado. Y por último se encuentra la vulnerabilidad, pues en esta pandemia existe una gran vulnerabilidad en adolescentes y niñas menores de 15 años frente a la violencia física, mujeres con capacidades diferentes, aumento del acoso sexual en el trabajo o las diversas nuevas maneras de explotación sexual virtual.

Para muchas mujeres que lucharon por construir un hogar y por alcanzar ese sueño, hoy esa decisión puede estar convirtiéndose en su peor pesadilla. Hoy, más que nunca, nos damos cuenta que ningún rol debe de ser impuesto y que como sociedad debemos comenzar a cambiarlos pues el machismo afecta a toda la humanidad.

Indudablemente, este tiempo nos ha demostrado que las desigualdades de género siguen ampliándose y que es urgente poder replantear el modelo de relacionamiento social, y no solo lo hablo pensando en las multitudes y aglomeraciones, sino también, de la manera en cómo nos vemos como seres humanos. Tal vez el llamado por el que estamos atravesando nos esté demostrando que la opresión de clases, de género, cultural y étnica está teniendo su fin, para poder mirarnos a los ojos y encontrarnos en estos  personas con los mismos derechos y las mismas necesidades.


Tomado de

Vía: https://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-las-mujeres/tu-hogar-paraiso-o-infierno-76174?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=Las%2520columnas%2520de%2520esta%2520semana%2520en%2520la%2520Silla%2520Llena


Autora: Andrea González, Directora Ejecutiva de Nuestro Flow.


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