"El racismo en su máxima expresión. Aún somos una colonia dentro del país que nos esclavizó&quo

Imagen de Panafricanista Garveysta Cimarrona, Sección Ecuador
El pasado 23 de agosto, la población afroecuatoriana se estremeció ante un nefasto crimen. Ese trágico día murió en manos de un oficial de las fuerzas policiales de élite, GOE, Andrés Martin Padilla Delgado, un joven de 24 años. Los hechos todavía siguen siendo materia de investigación, sin embargo, se sabe que Andrés, quien vivía en la región del Valle del Chota, fue asesinado a quemarropa, mientras tenía lugar una protesta entre camioneros y policías. La familia del joven pide justicia a la policía y al estado, reclaman por la injusticia cometida hacia Andrés, quien simplemente fue asesinado por ser negro; por los estigmas y los prejuicios que encarnan las poblaciones afrodescendientes en Ecuador; por el racismo estructural e institucionalizado que permite y posibilita estos hechos.
Según un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la población afrodescendiente en Ecuador permanece relegada del apoyo del estado, del cubrimiento de sus derechos políticos, sociales y económicos. En Ecuador, como en otros países de América Latina, la variable étnica determina si eres o no, sujeto de derechos. Precisamente, este panorama podría explicar el asesinato de Andrés y el impasible silencio de las autoridades, quienes personifican el racismo y la discriminación.
A propósito de esta situación, en esta edición, quisimos reproducir un texto escrito por Sista Karla, integrante del colectivo Panafricanista Garveysta Cimarrona Sección Ecuador. Este colectivo ecuatoriano se ha dedicado a reflexionar entorno a la experiencia afroecuatoriana y a denunciar prácticas y estructuras discriminatorias.
El racismo en su máxima expresión, Aún somos una colonia dentro del país que nos esclavizó.
El pueblo negro ha sido históricamente agredido desde que comenzó nuestro suplicio en las américas, esclavizados, explotados y humillados; no nos olvidamos aún de cuando bajo el martirio del látigo nos obligaron a trabajar día y noche; no nos olvidamos de cuando nuestras madres salían a trabajar sin descanso para llevar las miserias que los “blancos caritativos” les daban; aún no olvidamos cuando miles de niños tuvieron que salir forzados de sus tierras para trabajar en las haciendas de los blancos, o cuando la reforma agraria solo beneficio a los pocos hacendados mestizos que aún hoy usufructúan del trabajo de nuestra gente; millones de nuestro hermanos tuvieron que migrar en éxodos masivos a las grandes ciudades porque simplemente no existía fuentes de supervivencia. Aun así, la respuesta del negro siempre fue el amor, siempre vistos como ciudadanos de segunda clase; construimos este país, sin recibir nada a cambio y nos llaman vagos, nos raptaron de África con cadenas y nos robaron vidas, hijos, trabajo, historia y cultura; pero a nosotros nos dicen ladrones, alimentamos a la población con nuestros productos, pero nos tratan como si no valiéramos nada, ¿hasta cuándo?, ¿cuántos ríos nos queda por cruzar?
El día 23 de agosto se escribirá para los pueblos del Valle del Chota como uno de los más tristes de su historia moderna, día en el que ganó el violento racismo estructural a la resistencia del pueblo negro que ha tenido que sufrir las más grandes barbaries. Los trágicos hechos sucedieron en medio de una protesta pacífica afrodescendiente en Mascarilla en el Valle del Chora, lugar en donde sería asesinado, cobardemente, Andres Martin Padilla Delgado, joven de 24 años, quien se encontraba en medio de la protesta. Sin embargo, este no es como otros asesinatos, el hermano Andrés fue acribillado a quemarropa por un miembro de las fuerzas policiales de élite, GOE, quien le propinó un balazo por la espalda, constituyendo su muerte como “una grave violación a los derechos humanos”, término que en derecho internacional aplica a los crímenes desarrollados por las fuerzas estatales o bajo su auspicio. En los videos difundidos a través de redes sociales, se puede ver claramente al joven cuando corría hacia el lado contrario al del policía completamente desarmado, intentando huir de la represión; en ese momento el agente policial, se regresa y sin obedecer las normas internacionales de uso progresivo de la fuerza, asesina cobardemente al hermano Andres de un tiro en la cabeza.
Este crimen constituye un caso más en la larga lista de ejecuciones extrajudiciales que pesan sobre la historia del estado Ecuatoriano. Hoy nos resulta no menos que indignante la muerte a quemarropa del hermano Andrés, y como organizaciones panafricanistas no descansaremos hasta que se haga justicia para Andrés, conocido como Riky. Exigimos Justicia para Riky porque todos los afrodescendientes hoy somos Riky.
Los afrodescendientes estamos cansados de que el estado siga tratándonos como ciudadanos de segunda clase. Las redes sociales se han inundado con mensajes xenófobos hacia el pueblo negro que vive en Ecuador, todo ello auspiciado desde el estado que insiste en guardar silencio y no dar una aclaración verídica de los acontecimientos. Tomando en cuenta que el negro siempre es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario e incluso luego, las autoridades de justicia tienen que reconocer como crimen de estado el vil asesinato de nuestro hermano. El pueblo afrodescendiente en Ecuador y el mundo entero, está vigilando el curso de las investigaciones, la historia juzgará el accionar de jueces y del aparataje estatal en este nuevo acto de racismo estructural que estremece al pueblo negro en Ecuador.